Por Carlos Ramirez
Uno de esos viejos colegas de la escena 90era trajo su colección completa de discos para reclamar un poco de esa historia sónica, como buen fan, historia de la cual se sintió participe en esos primeros años de efervescencia, el motivo era inequívoco, rozar unas firmas del gran Dave Ellefson, ex bajista de Megadeth quien se encontraba de gira por el país y Latinoamérica con su Basstory y la fortuna y los años permitieron que dicho caballo de batalla tuviera una visita a nuestro querido noroeste, aplaudí el entusiasmo de ese viejo, su optimismo era innegable, no obstante, este hecho me puso a pensar y a ver ese momento en el tiempo con cierta reserva ya que sabía de antemano que no se había programado ni anunciado un “meet and greet” a lo que guarde la compostura y dije a mis adentros, “con un poco de suerte y si consigue que le firmen sus discos”…
Los eventos se fueron acomodando hasta que tuvimos en vivo y en directo a Dave Ellefson acompañado con músicos de la región haciendo un espectacular trabajo (Element) y aunque el set fue de aproximadamente una hora, el legendario músico salió prácticamente corriendo de aquel pequeño antro sin permitirse algunos momentos de convivencia con los fans.
El rostro de aquel viejo amigo estuvo serio y apesadumbrado y note como mantuvo ambas manos pegadas en el set de discos perfectamente apilados en la mesa, jewel cases intactos, sin un solo rasguño o mancha de grasa o polvo, es evidente que fans con ese nivel de dedicación y fervor hacia la música de Megadeth hacen todo lo necesario para hacerse de una foto o un momento con algún integrante de la banda, aquella noche todos fuimos testigos de una gran actuación que quedaría en la memoria colectiva de todos los que ahí nos congregamos, una actuación cumplidora, un pedacito de la historia de Deth’ en un espacio de provincia, al norte del país.
Seguramente te estes preguntando cual fue el desenlace de aquel intento de firma de discos, no hubo tal para desgracia de aquel ferviente seguidor y aunque este detalle pudo calar en lo más profundo a alguien que aprecia de todo a todo la trayectoria de semejante monstruo metálico, la experiencia se nos entregó como se había prometido, podíamos irnos a casa con una sonrisa en los rostros pues vimos a Junior en acción…
Seguramente, esos discos que se quedaron sin autógrafo deben estar todavía en una fina gaveta de caoba, detrás de una gruesa vitrina, a buena altura, a la par del Horrorscope de Overkill, el Practice what you Preach de Testament y el Arise de Sepultura, lejos de manos profanas o ajenas al metal, material impoluto que de vez en cuando estará visitando el plato giratorio de un carísimo reproductor y recordándole a este viejo fan aquella noche trágica donde el malvado Dave Ellefson salió casi corriendo sin siquiera regalar unas cuantas mega-firmas, trágico, trágico en verdad.
Megadeth ha anunciado su retiro y con ello se queda un espectro impregnado en el alma y la memoria de quienes crecimos y vibramos con su historia, una confirmación de que la música de esta banda ha dejado una huella y un tremendo legado, un saldo a favor, gratificante, con la firma de la convicción hecha himnos colosales que respiran vida propia en cada álbum, cada reproducción, en cada show en vivo, desde “Killing is my Business” como declaratoria de una revancha hasta “The Sick, the Dying and the Dead”, que los encumbra como el monstruo legendario que se ha mantenido intacto en ese vigor poderoso característico, como titan del thrash, llenos de musculo metálico.
Mi bautizo fue un verano de 1991 cuando tuve en mis manos un cassette de una banda llamada Megadeth titulado, “Rust in Peace”, el cual escuche infinidad de veces y que sigue causando esa sensación en los sentidos, estremecimiento, poderío, una explosión de adrenalina, una experiencia épica de enormes repercusiones para un adolescente que intrigado por los sonidos veloces y filosos pud
encontrar un oasis para el espíritu quedando marcado de por vida, dichas repercusiones incluyeron pensamientos y reflexiones sobre política, guerra, religión transmitidos por la garganta colérica y muchas veces incomprendida o no apreciada de Dave Mustaine, sumemos la andanada de violentos y complejos riffs y solos de Marty Friedman capaces de arrastrar la conciencia hacia el mismísimo ojo de tornado en su punto más álgido hasta el éxtasis melódico de un Youthanasia o un póstumo The World Needs a Hero, un pacto sellado que se ha cumplido hasta el día de hoy a mis 51 años, en efecto, han dejado una marca.
Con altas y bajas, con rotación de integrantes, con guerras internas donde los demonios y los excesos sumieron a sus fundadores a oscuros rincones, la música creada por estos soldados del thrash vivieron disyuntivas que replantearon el nombre del juego, con variables que no demeritaron la prosapia y talento música y un pedigrí digno de mentes aceleradas como las de Mustaine y Ellefson, en esta fórmula, no creo que sea para nada egoísta pensar en los aportes de Jeff Young, Chris Poland, Gar Samuelson quienes también son células que desarrollaron al gigante Megadeth que conocemos hasta este dia.
En el marco del último disco y despedida de la banda, encuentro con nostalgia, jubilo y con la certeza que Deth’ nos ha dejado grandes lecciones de vida, algunas viendo a la muerte de frente y otras más de índole personal que desafiaron el paso de esta agrupación, el “colorado”, mote adjudicado de forma cariñosa por el público latinoamericano a Mustaine, llega a la última estación siendo el gran artífice y el arquitecto de esta maquinaria enfundado en esta armadura como el héroe a vencer, el villano favorito o uno de los egos más inflados o difíciles de lidiar de la escena, una voz incomoda y un especialista en la venganza calculada, donde resaltan elementos como la convicción, la toma de acción, las decisiones difíciles (aunque estas no sean las más populares) la estrategia y la resiliencia.
A modo de anécdota, no puedo dejar de pensar en lo cerca que estuve de conocer a dos de sus integrantes claves, de esas ocasiones que menos te esperas, en algún trabajo, me tope con una persona que durante su hora de comida decidió compartir su proceso de rehabilitación y de sus ganas de salir adelante cuando de repente, un dato te hace abrir los ojos y agudizas tu radio de atención, solo imagínate escuchar a alguien decir que dos tipos rubios de largas cabelleras, famosos, van cada 15 días a dar sus testimonios sobre sus batallas con las adicciones en uno de esos grupos de AA, la curiosidad es
demasiado enorme como para no dar el paso y preguntar, ¿dices que esos dos personajes son rubios, melenudos y famosos? El remate ante este cuestionamiento asoma un dato aún más revelador, “ambos se llaman igual” … “acaso Dave Ellefson y Dave Mustaine”?? pregunte incisivo.–exacto, esos son, tocan rock pesado o algo así—no más preguntas Y es así, como la vida va abriendo esos espacios y canales audaces donde la sorpresa hace su jugada de ultima hora, yo no he tenido la oportunidad de ver a una de mis bandas más reverenciadas en vivo y no por falta de ganas, no me dejaran mentir que hay tantas bandas visitando nuestro país en los últimos años que resulta un auténtico reto poder vivirlos todos.
Es así como el destino pone una última ventana de oportunidad, la del 8 de Mayo en la ciudad de Monterrey, evento ineludible, una última llamada, para decirle adiós a uno de los tanques que más guerra han dado, con quien peleamos y gritamos codo con codo desde nuestras cuevas (habitaciones de nuestras casas), coreando, “Holy Wars”, en un ritual que nos hizo levantar el puño y mover la cabeza
frenéticamente por tantos años, se va Megadeth y siento que lo hace en la cima, sin remordimientos, con conocimiento de causa, se van con honores, espero estar ahí, en primera fila.



